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Vista de una sentamiento de agua contaminada en un vertedero. EFE/archivo
Vista de una sentamiento de agua contaminada en un vertedero. EFE/archivo
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Chicago (IL), 26 ene (EFEUSA). — Iglesias, voluntarios y organizaciones proinmigrantes distribuyen agua embotellada y filtros entre los indocumentados de Flint (Michigan), mientras denuncian la falta de ayuda pública en español para que estos inmigrantes puedan comprender los riesgos de envenenamiento con plomo.

“El problema principal sigue siendo la falta de información para que los inmigrantes entiendan la magnitud del drama que viven”, dijo hoy a Efe Victoria Arteaga, de la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, la única que ofrece misas en español en esa ciudad.

“Los hispanos no ven las noticias locales, no pueden leer los panfletos en inglés que reparte el gobierno estatal y no tienen mucha idea de lo que está sucediendo”, agregó vía telefónica a Efe.

La crisis comenzó en 2014, cuando la ciudad de 100.000 habitantes dejó de recibir agua potable del sistema de distribución de Detroit y comenzó a abastecerse en el contaminado río Flint.

Según Arteaga, muchos comenzaron a usar agua filtrada desde comienzos del 2015, pero entre los indocumentados de Flint, en su mayoría de origen mexicano, “hay gente que recién se entera del peligro del plomo”.

La iglesia ha recibido miles de botellas de agua de la Cruz Roja y del comité de emergencia del estado, y está abierta las 24 horas del día para distribuirla “a todos quienes se presenten, sin necesidad de papeles”, declaró a Efe.

La exigencia de una identificación establecida primariamente por el gobierno estatal para recibir agua y filtros, y para que los niños accedan a pruebas gratuitas de plomo en la sangre, ha dificultado el manejo de la crisis.

Se estima que en Flint, ubicada a unas 75 millas al norte de Detroit, viven unos mil indocumentados que se niegan a salir de las sombras por el temor a las deportaciones de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE).

Juani Olivares, del Colaborativo HispanoLatino del Condado Genesee, donde se asienta Flint, informó a Efe que un grupo de 70 voluntarios bilingües de ciudades vecinas realizó un recorrido puerta a puerta el domingo por los barrios habitados por inmigrantes.

“Queríamos saber qué servicios urgentes necesitaban, pero mucha gente no tenía idea de lo que estábamos hablando”, manifestó.

“Una madre, que está amamantando, me dijo que bebía y se bañaba con el agua de las cañerías”, relató.

Olivares reclamó ponerle fin a la exigencia de documentos para recibir ayuda, porque “el agua no debe ser solamente para privilegiados”.

En Michigan los indocumentados no tienen a licencias de conducir o identificaciones municipales, y tampoco se acepta la matrícula consular emitida por algunos países.

Según información recibida por Arteaga de las autoridades locales, la exigencia de un documento sería dejada de lado pero en la iglesia igualmente se pregunta el domicilio de quienes se llevan la ayuda, porque el gobierno estatal señala en un mapa las casas y vecindarios que disponen de agua limpia.

Samantha Magdaleno, de la organización One Michigan for Immigrants Rights, también viajó a Flint desde Michigan y participó en recorridos con voluntarios durante el pasado fin de semana, pero comentó que en muchos casos “la gente temerosa no nos abrió la puerta”.

Según los activistas, los indocumentados temen a las redadas y en lugar de acudir a los centros de distribución o a las estaciones de bomberos, prefieren beber agua contaminada o pagar por el agua embotellada.

Desde que se declaró el estado de emergencia en Flint, las autoridades estatales y la Guardia Nacional lleva informando sobre visitas a los barrios, casa por casa, para distribuir botellas de agua, filtros y equipos para la detección de plomo.

No obstante, el periodista Luis Molina, de “El Informador” de Grand Rapids, Michigan, dijo a Efe que durante el recorrido que realizó hoy por la zona este de Flint donde vive la mayoría de los inmigrantes, “no pudimos comprobar la presencia de la Guardia Nacional en ningún momento”.

“La situación es muy precaria y Flint parece una ciudad fantasma donde predomina el temor”, afirmó.

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